EL PAISANAJE EN SU HÁBITAT

Fernando Calvo

Por las montañas humanas

El guía Fernando Calvo, en la cara sur del Naranjo de Bulnes con uno de sus clientes :: F. C.

ÁLVARO MACHÍN

Vive compartiendo montañas. Lugares que le provocan «una necesidad física de volver». Al Naranjo, por ejemplo, ha subido tropecientas veces. Pero para las personas a las que acompaña en cada salida es un momento único. Especialmente íntimo. «Se me han echado a llorar paisanos altos como vigas». Ese intercambio de sensaciones, el «ver cómo les cambia la expresión de la cara», es lo mejor de su trabajo. Guía de montaña. Compartirlas es «compartir emociones». «Hablo mucho y no sé si lo explico bien», dice Fernando Calvo (Oviedo, 1977). Nítido.

A él le llevaron de crío al Grupo de Montaña Auseva. Le gustó. Y le siguió gustando cuando «a los trece o catorce» empezó «la desbandada» de chavales. A esa edad, en la cabeza y en los pies, hay demasiadas cosas. Le convencieron para quedarse cuando contrataron a Erik Pérez. Piolets, crampones… «Nos hablaba de la montaña en invierno, de alpinismo invernal… No era sólo salir a caminar en fila». Así empezó. A caballo entre los guías –como Erik– que enseñaban el oficio sobre el terreno a base de práctica y los que ahora ejercen con la obligatoria formación reglada. Entre generaciones. Ayudando en los refugios en verano, «esperando a ver lo que caía». Hasta mintiendo con la edad para disimular la cara de pardillo que se tiene a los 18.

Tuvo su etapa «nómada». Hippie. Salidas a Nueva Zelanda, Patagonia, Turquía… «Pero cumples años, tienes un hijo…». Regreso a casa. A sus Picos de Europa. Para enseñar a escalar, repartir formación, o para acompañar a otros que prefieren «delegar en ti la responsabilidad de gestionar el riesgo» a la hora de cumplir el sueño de una cumbre. Usa, si le preguntan por lo que hace un guía, una frase de Gaston Rébuffat –un conocido alpinista francés–: «Abrir la puerta al jardín de la alta montaña». Y recuerda que el peligro se minimiza, pero no desaparece.

¿Y Picos? «Es una joya tan especial y tan distinta…». A Fernando Calvo le enamora el contraste de unas «montañas vivas». Ese es el matiz. Un paisaje agreste, de cumbres y, a la vez, valles recorridos por el movimiento de las personas, los trabajos… «Es un paisaje muy modelado por el hombre». Otra vez el Naranjo para encontrar el ejemplo perfecto: «Estás allí, en la cumbre y oyes los cencerros del ganado». En lo distintivo está también el reto, el de la convivencia. «No sé si la Administración o la misma sociedad lo está gestionando bien para que no sea finalmente un parque temático, sin vida». El guía habla de involucrar «a los críos de los pueblos», de «enseñarles el privilegio de vivir en un medio como este».

Dónde nació
En Oviedo en 1977, aunque ahora reside en Llanes
A qué se dedica

Es guía de montaña y centra su actividad en Picos

Los Picos en una frase

«Estas montañas son humanas, se crea un vínculo personal con ellas y una necesidad física de volver, como comer o respirar»

Crear «el vínculo» que él siente. «Tal vez sea una cuestión de tamaño. Quizás es porque son unas montañas abarcables. El ser un sistema entre comillas pequeño genera familiaridad, cercanía. Hace que formen parte de tu rutina en el sentido positivo de la palabra. De tu familia. Tú formas parte de ellas y ellas de ti. Montañas humanas». Como «todo lo que está alrededor de Peñasanta». Junto o separado (Peña Santa) en Asturias y Cantabria. O Torre Santa, como la llaman en León. La toponimia. El factor humano. Otra vez. Como pasaba a la hora de bautizar paisajes entre vecinos de Sotres y Tresviso. «Y luego vino la minería y puso también otros nombres». Son las cosas de estas cumbres.